La luz mala y el caballo maniado



La luz mala y el caballo maniado



En las zonas rurales pasan infinidad de situaciones a las cuales no se les puede dar una respuesta razonable, por eso es que siempre se llega a una zona negra, sin poder explicar lo que ha sucedido. Pues bien, en las hermosas serranías del Ancasti un hombre mayor vivía en su casita de adobe. Este se dedicó toda su vida a criar una majadita de cabras, que era su único sustento. Todas las mañanas salía con su perrito “cabrero” y la majada rumbo a una escarpada lomada donde las cabritas se alimentaban. El perrito custodio siempre las guiaba y estaba atento ante cualquier depredador. El hombre se volvió a su casa en su caballo, se dedicó a cortar leña, almorzar, hacer una reparadora siesta, recibir una visita y al contemplar la luz del día está ya se estaba despidiendo, dejando el paso a la oscuridad de la noche. Fue entonces que montó y salió rumbo a donde estaban sus animalitos. 

  

   El camino parecía que se había hecho más largo que de costumbre, pero pudo llegar. El cabrerito estaba cuidando la majada y se lo notaba contento por ver a su amo llegar, aunque también se echó refregándose cerca de las patas del caballo. Algo no estaba del todo bien, por esta razón el hombre comenzó el regreso a su hogar. Todo estaba oscuro, la noche se había adueñado con su oscuridad, hasta que a lo lejos en medio de un poblado de árboles “altos”, pudo ver una luz como de un farol. Sin lugar a dudas pensó que se trataba de personas, que andaban buscando algo o de cazadores rumbo a la zona de las vizcachas. Al poco rato la luz que estaba en el suelo, comenzó a trepar estos altos árboles y a pasar de una copa a otra como si existiera un camino en las alturas. El movimiento de la luz era siempre recto, cuando llegaba a un árbol diferente allí se quedaba un rato como descansando. 

LA LUZ MALA Y EL CABALLO MANIADO

  

Fue entonces que pensó “esto no es cosa de cristianos”, señalando que no se trataba de personas. Por supuesto evitó internarse en esta zona del monte y buscó otra vía para llegar a su casa, un poco más larga, desprovista de árboles. En el momento que tira de las riendas, el caballo no podía caminar, era imposible que se mueva, estaba como atado en sus dos patas delanteras. El hombre comenzó a preocuparse sobremanera, tiraba de las riendas y el animal sólo daba pequeños saltos. No quiso desmontar, solamente guio al equino hacia un arroyo que estaba bajando unos metros, hasta que al tocar el agua con sus patas pudo recobrar el normal movimiento. De inmediato, con trote firme el jinete regresó a su casa con sus animalitos, y con esta historia por demás interesante que hasta el día de hoy no tiene explicación. Un dato muy importante a tener en cuenta es el del “agua”, ya que en varios relatos que llegaron hasta nuestras manos, tiene un poder de liberación, como en este caso.    

 

 







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