No creo en las brujas, pero que las hay ...



No creo en las brujas, pero que las hay ...



Ana llamó a ZN porque tenía algunas historias de su padre y de su padrino para compartir, acerca de cuando eran chicos y vivían en La Falda de San Antonio, debiendo pasar por el conocido tuscanal para llegar a la ruta. Por las creencias de esa época, la abuela siempre les decía que nunca les contestaran a las brujas. Pero una vez, estando a casi dos cuadras de la casa de sus tíos, el padrino le contestó a una de ellas cuando se reía, pese a la advertencia de la abuela, que le fue recordada por el papá de Ana. Aún así, el padrino les siguió haciendo burla hasta llegar a la escuela de San Antonio. Al llegar ahí, alumbrados por un pequeño farol, las carcajadas de esas brujas ya eran ensordecedoras. Cuando ya no podían soportarlo, empezaron a rezar, pero como no les daba resultado, recordaron que alguien les había comentado que debían insultarlas, y así, poco a poco, las brujas se fueron alejando.
 
Continuando con su testimonio, Ana recordó que a La Falda se la identificaba como "el nido de brujas", y que aún hoy se conoce al lugar como "La Falda de los brujos", pero según ella, actualmente la localidad a la cual se identifica así, es Piedra Blanca. El vecino que le comentó esto a Ana, también le habló de algo que le ocurrió a un hombre que vivía en El hueco, solo, pero con cuatro o cinco perros que lo cuidaban. Una noche escuchó un ruido y salió a ver: sus perros habían atacado a "algo" que no se podía divisar bien qué era, en la oscuridad. Igualmente juntó coraje y se acercó a ver, distinguiendo que se trataba de un pájaro grande. Apartó a los perros y lo ató, encerrándolo luego en un galpón, "custodiado" por los perros que no se apartaban del lugar. Pasó todo ese día sin novedades, hasta que, cuando volvió a caer la noche, desde el galpón se escuchó una voz que decía: "te ofrezco todo lo que vos quieras, pero dejame salir..."
 
Era la voz de una mujer. El hombre, sin inmutarse, le contestó "no, vos de aquí no vas a salir, hasta que no me digas quién sos...". Así la tuvo a la bruja, encerrada durante tres días, al cabo de los cuales se acercó al galpón y le dijo: "ahora te voy a dejar ir, pero mañana voy a saber quién sos". Posteriormente le dio un machetazo en una de las piernas, y la soltó para que vuele y se vaya. En los siguientes dos días se dedicó a investigar en el pueblo, hasta que se encontró con una señora que caminaba apoyada en un bastón, con una herida muy grave en una de sus piernas. Cuando se cruzaron frente a frente, la mujer evitó mirarlo a la cara.
 







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