Pago por no creer



Pago por no creer



Les voy a contar lo que le pasó a mi abuelo, que vivía en un lugar que se llama La Calera, a más o menos 40 kilómetros del Ingenio Santa Ana, donde yo vivo. Resulta que mi abuelo era una persona muy mala, que no creía en los santos y los insultaba si algo le salía mal, que maltrataba a mi abuela... Cansada por este motivo, ella una vez lo abandonó y se vino a nuestra casa. Una semana después, llegó él, que tuvo que cruzar los montes durante unas cuatro horas de viaje a caballo, a través de sendas angostas. Cuando llegó a Santa Ana, nos contó lo que le había pasado. 
  
Fue en una noche de verano, en esas madrugadas muy claras, de luna llena... Vivían en una casita precaria, de madera, y tenían de esas cocinitas del campo que se las quincha con el despunte que queda de la caña, y la embarran. No tenían ni siquiera luz eléctrica, y se alumbraban con esas lamparitas a kerosene, o la luz del fuego, porque casi todo era a leña. Ahí estaba el abuelo, tomando mate, cuando de pronto "se le presentó" un señor, un hombre de traje al que le brillaban mucho los zapatos... lo que mi abuelo no pudo verle, en la noche clara, fue la cabeza. Parecía no tener cabeza!! 
  
Nosotros le habíamos regalado, un tiempo antes, una hermosa perra, porque ahí, en el campo, hacía falta esa clase de animales. Era muy mala, y esa noche estaba echada en la puerta de la cocina cuando vio que esa persona, esa figura, tenía la intención de entrar para sacarlo a mi abuelo. La perra se plantó con uñas y dientes, para no dejar avanzar a ese señor, gruñéndole, hasta que desapareció. Pero mi abuelo no quiso irse a acostar, y se amaneció sentado hasta que, al alba, ensilló el caballo y se metió al monte, cuatro horas andando hasta llegar a mi casa en el Ingenio Santa Ana. 
  
Llegó para buscarla a mi abuela, pero antes nos contó lo que le había pasado, y recién después volvieron con la abuela en las ancas del caballo. A partir de ahí, el abuelo se enfermó, y falleció a los cinco meses. Aparentemente fue a causa de este hecho que había ocurrido. Porque era una persona incrédula que, como dije, se pasaba el día insultando a los santos. Para mí, esa presencia había sido el diablo, que vino a buscarlo, y al final me parece que pagó por no creer. 
 
 

 







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