Sueños premonitorios



Sueños premonitorios



Las antiguas creencias acerca de los sueños se basaban en la idea de que predecían sucesos futuros. Con frecuencia, nuestros sueños nos transportan a tiempos y lugares remotos; nos encontramos a nosotros mismos entre personas y cosas que nos son familiares, aunque extrañamente transfiguradas. Hacemos cosas que nos resultarían imposibles estando despiertos, o nos encontramos paralizados e incapaces de realizar la más simple de las acciones. A veces tenemos la sensación de poseer un conocimiento profundo que daría sentido a toda nuestra vida, conocimiento que olvidamos al despertar o que nos parece incoherente. Y quizás, a veces, los sueños nos proporcionan un conocimiento real, una visión de un futuro que acontecerá en realidad.  

Tenemos el relato de Adriana una mujer de 54 años que tuvo varios sucesos importantes. Su primera experiencia la tuvo a los 16 años, al poco tiempo de morir su madre. Ella quedó a cargo de sus hermanos menores, Daniel de 8 y Kelo de 14. En una noche de invierno se encerraron en una habitación en donde todos dormían, y al cortarse la luz, Adriana prende una vela y la lleva junto a la cama, arriba de la mesita. Entre charlas y charlas los hermanos se durmieron, la vela se consumió y se produjo lo menos pensado; ella no se había dado cuenta y la puso sobre un plato de plástico. En ese momento ella soñaba que su madre la agarraba de los hombros y le gritaba “Adri, despierta”, y asustada abrió los ojos. Recuerda que la mesa de luz se había prendido fuego y que había mucho humo. Veía a sus hermanos cubiertos de hollín: “saqué fuerzas y levanté a mis hermanos hasta llegar al comedor”, nos relató Adriana mientras se le llenaban los ojos de lágrimas, “mi madre nos salvó y siento que siempre está conmigo”.  

Años más tarde, Adriana se casa y tiene tres hijos En una noche de verano ella soñaba que dos de sus hijos estaban arriba de la casa del pescador que se encuentra en la costanera (Buenos Aires), de donde se largaban, y uno de ellos caía al agua, mientras que el otro a un pozo lleno de piedras. Semanas más tarde su hijo, jugando en la terraza de su casa, se cayó y se quebró la clavícula… “de milagro se salvó mi hijo, ese día había obreros trabajando en el fondo de mi casa, todo estaba lleno de ladrillos y de herramientas”, recuerda Adriana, preocupada.  

Otro hecho ocurrió en la provincia de Tucumán. Una joven madre despertó una noche a su esposo, para contarle una “pesadilla tenida momentos antes”, pesadilla que la atormentaba hasta el pánico, como demostraba su estado. En tal horrible sueño se vio con toda claridad cómo la lámpara, grande y muy pesada, que colgaba encima de la cuna adonde dormía su bebe de pocos meses, caía encima, matando a la criatura. En el sueño, cuando ambos esposos corrían para averiguar lo sucedido, la esposa observó claramente que las agujas del reloj que había sobre la repisa de la chimenea marcaban las cuatro y treinta minutos. Dicho reloj se manifestó en forma muy clara.  

El marido se echó a reír bromeando, al conocer el sueño de su mujer. Más cansado, muerto de sueño, pronto dio la conversación por terminada y se durmió nuevamente. Tras unos minutos de angustia, la esposa, aun creyendo cometer una tontería, fue a la habitación y en silencio trajo a la niña, colocándola en la cama entre el marido y ella. Ya tranquila, se quedó dormida.  

Dos horas más tarde, el joven matrimonio despertó bruscamente: un tremendo estruendo, algo insólito, los arranco del placido sueño. El ruido procedía de la habitación de su hija. Horrorizados, descubrieron que la lámpara había caído sobre la cuna, destrozándola. Cosa curiosa: el reloj de la chimenea marcaba exactamente ¡cuatro y media de la madrugada! 

 







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