historias del hospital san juan bautista



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INFORME ESPECIAL

HISTORIAS DEL HOSPITAL SAN JUAN BAUTISTA

Escribe: Mauricio Agüero

LA ZONA NEGRA DEL HOSPITAL

En una tarde calurosa de agosto, me disponía a ir hasta el hospital San Juan Bautista, a realizar una nota para el segundo programa de Zona Negra 2.010. En el trayecto me preguntaba si es que encontraría muchos relatos, o tan sólo uno que fuera extenso, y mientras tanto pensaba en las preguntas que haría.

Al llegar me encontré con la buena predisposición y el trato amable por parte de la gente con la cual conversé, sintiéndome tan cómodo que solamente me dispuse a escuchar, dejándome llevar y permitiendo que surja todo más bien de manera espontánea.

Mi objetivo era entrevistar a Mirta, la jefa de enfermeras, que horas antes había hablado telefónicamente con Jorge Claramonte para contarle un relato que a él lo impactó mucho, y por eso me pidió que la visitara para que me lo cuente con lujos y detalles.

Al llegar al hospital supe que Mirta no estaba, pero me atendió Angélica, que al presentarme como parte del equipo de Zona Negra que buscaba historias, encantada me invitó a pasar para charlar, porque tenía varias vivencias que contar.

Para comenzar le hice la pregunta típica: ¿qué pasó? Me comentó sobre la aparición de enfermeras que entran a las salas como si se desplazaran en una especie de vuelo a ras del piso, como si flotaran, causando sorpresa en aquellos que las ven, mayormente trabajadores del hospital.

También me habló de pacientes que agradecen a las enfermeras por haber pasado la noche con ellos, cuando las enfermeras sólo habían ido hasta las habitaciones para hacerles un cambio de suero. Y acotó que "a la noche es más jodido".

En mitad de esta charla entró Juan, un enfermero que estaba de pasada, pero sin dejar escapar la oportunidad le pregunté si es que tenía algún relato para compartir. Me aclaró que no le habían pasado cosas raras en el hospital, adjudicándolo al hecho de trabajar a la siesta.

Pero me comentó algo que le ocurrió en un sanatorio de la capital, una noche en la que le tocaba estar de guardia. Al llegar la hora de hacer el cambio de suero en la parte de cuidados intensivos, donde las camillas están una a la par de otra, separadas por biombos, llegando a la última cama de esa fila vio pasar una sombra. Juan decidió ir a ver de qué se trataba, y cuando llegó, grande fue la sorpresa al ver que la sombra, en un rincón, pareciera como si se agachara (pone los brazos por encima de la cabeza, graficándomelo) y al instante desapareció. Esa noche, toda terapia estuvo con las luces prendidas, y según reconoce ahora el enfermero: "es la única vez que sentí miedo"...

Al finalizar ese relato, quedé sorprendido, tanto como otros enfermeros que estaban ahora en la habitación, y al instante llegó Mirta, jefa de enfermería en el hospital, y que trabaja aquí desde hace poco más de 30 años. Enterada del motivo de mi visita, no tuvo ningún problema en referirse al caso que me había llevado hasta este nosocomio: el relato sobre un carro de medicación.

Ella me narró que, en una madrugada de verano, en la sección de quemados que tiene el hospital, se encontraba de guardia con una compañera. Era una noche realmente tranquila, pero de pronto la tranquilidad fue interrumpida por un fuerte golpe proveniente de una habitación donde se guardan los elementos de trabajo. Se notaba que el golpe fue producido por un carro de enfermería, que es de metal, en donde trasladan los medicamentos, inyecciones y demás elementos, cuando hacen el recorrido visitando pacientes.

Se escucharon otros golpes, como si el carro chocara contra una pared, una y otra vez, hasta que decidieron ir a ver, a pesar de sentir cierto recelo porque, sabían, en ese cuarto no debía de haber nadie, ya que estaba completamente cerrado. Cuando se acercaron, los golpes cesaron. Pero a los minutos de que se alejaron de la puerta, volvieron a repetirse. Esta secuencia se reiteró durante un tiempo prolongado, y cada vez más fuerte, aunque siempre que se acercaban, paraban los golpes.

Según me contó Mirta, en un momento lo sintieron chocar contra la puerta, y esta vez, además se escucharon risas de niños, como si estuvieran jugando con el carro. Con mucho miedo, llamó a un personal de seguridad que procedió a abrir la puerta, pero para sorpresa de todos... no había nada, y todo estaba en su lugar. "A ese suceso lo vieron muchas personas, no tan solo yo", dijo Mirta, y en sus ojos bien abiertos pude percibir el asombro que todavía le produce.

Sorprendido también yo, le pregunté si esa fue la única vez que sintió algo, y me dijo que no, con un gesto como indicándome que este episodio era nada, en comparación de otras cosas que ocurrieron. Es así que me habló a cerca de una noche, cuando una compañera suya tuvo que hacer el recorrido por los pasillos, pero a los minutos volvió blanca como una hoja. "Qué pasó, es lo que atiné a preguntarle, ya que se la veía muy asustada, y con palabras entrecortadas, en medio de un ataque de nervios me contó que, en el Pabellón del Quemado, como se lo conoce, vio a niñitos jugando en medio del pasillo, y que al advertir su presencia salieron corriendo hacia otra sección... pero cuando fue a ver quiénes eran, no había nadie. Esa chica no volvió a trabajar de noche…", agregó Mirta.

Verdaderamente quedé impactado por lo que me contaba esta mujer, no me salía ninguna pregunta, porque me sumergí en su relato, y porque estaba parado dentro del edificio donde ocurrieron aquellos hechos sobrenaturales.

Angélica le recordó a Mirta sobre la enfermera de la que me habló al inicio de la charla, y acotó que esto ocurre en la sección de maternidad, donde aparece toda vestida de blanco. Es la enfermera de la que todos hablan y a la cual muchos ven, apareciendo siempre con un guardapolvo blanco, como aquellos viejos uniformes de otras épocas, que ya no se usan, bien almidonado, largo, y en la cabeza un casquete con una cruz que se las identificaba. Es así que Mirta llega a la conclusión de que se trata de una enfermera de antes, ya que esa vestimenta se dejó de usar hace muchísimos años, mostrándome que ahora utilizan una chaquetilla y pantalón.

Mirta contó también lo sucedido a otra compañera. Esta vez, la "enfermera fantasma" a la que siempre se la ve por el rabillo del ojo, nunca de frente, pasó por detrás de ella y, para no quedar mal, ésta la saludó, pero como no contestó, la compañera de Mirta dijo "Ay, qué mal educada"... Y cuando se dio vuelta para ver quién era, ya no estaba…

Luego de esto Mirta me invitó a recorrer los pasillos que están a su cargo. Mirando desde donde comienza hasta la última puerta, son pasillos interminables, con lámparas fluorescentes que parecen hacerse más pequeñas hacia el final. Recorrer ese lugar con tantas puertas y pasillos, pasar por distintas secciones después de haber escuchado ese puñado de historias minutos antes, es realmente escalofriante. Se lo dije a Mirta, y me respondió: “todo esto tengo que caminar las noches de guardia” …

Le pregunté qué opinaba el cura de la capilla del hospital con respecto a esos sucesos, y me comentó que hasta el mismo padre no podía encontrar respuesta alguna a lo que le había acontecido. Entonces trajo a la memoria lo que pasó en la capilla del hospital una vez, cuando el sacerdote estaba solo y vio entrar a alguien a la sacristía. El cura se dirigió hacia allí, y grande fue su sorpresa al no encontrar a nadie.

Otra vez ocurrió lo mismo, pero cuando el padre se encontraba dando misa, y no sólo él vio lo que pasó, sino también la gente que estaba ahí. El cura afirma, con su visión católica de los hechos, que esas apariciones son de almas que andan penando y que necesitan del rezo de la gente para que descansen en paz.

El tema me dejó intrigado. Necesitaba saber cómo era el lugar, para tener una idea de cómo había ocurrido aquello, y sobre el final de la entrevista me dirigí hacia la capilla, observando que se trata de un salón pequeño con un humilde altar, un santo hacia la derecha de éste, tres filas de bancos, y nada más. La sacristía es una puerta que da hacia una pieza al final del salón, sin otra manera de salir que la puerta de entrada a la capilla.

Mirta me fue contando otras cosas, mientras nos sentamos en una banca. Recordó algo raro que pasó en una habitación en la cual, la gente que quedaba internada pedía la alta voluntaria porque en el techo aparecía la imagen de la mitad de una persona, pero con alas... algo realmente extraño (ahora no hay nada en esa sala, que permanece vacía) …

Entre otras historias de habitaciones, me comentó algo ocurrido entre las número 6 y 7. Las enfermeras comúnmente apagan las luces y dejan sólo la de office encendida (que utilizan para iluminar el lugar de trabajo y algunos pasillos). De pronto, en la mitad de una madrugada se escuchó rezar el rosario desde las camas de esos cuartos: "primero despacio, y subiendo el tono luego, hasta que voy a ver qué era, pero en ese lugar la gente dormía tranquilamente", describió con un toque de misterio en sus palabras.

Mirta me siguió relatando y yo escuché atentamente cada palabra, cada cosa que decía, observando cada gesto, porque era impactante, y cada vez más atrapante.

Me quedé mudo cuando ella me confió lo que sucedió en la habitación que está al frente de donde se encuentra la sala de enfermeros. En ese lugar descansan los que están de guardia, y esto le sucedió a una enfermera que dormía en ese cuarto, cuando a mitad de la noche fue al baño y, al salir, se dio con el espectro de una mujer con todos los pelos erizados y con unos ojos realmente aterradores que se le apareció de frente. Describe Mirta: "ese espectro estaba inmóvil, pero tapaba la salida del cuarto, sin ofrecer otra opción que la de volver al baño, y así lo hizo esta enfermera que se encerró allí y me llamó con gritos aterradores... pero cuando llegué no había nadie".

Así es la vida en el hospital, me explicó, "acá entran y salen personas a cada momento, así como también mueren personas a cada momento, que a veces no sabes quiénes son ni de dónde vienen... en el hospital viejo era peor, ahí sí se veían aparecer los muertos".

Al escuchar esto se me vino una pregunta a la cabeza. ¿Trataron alguna vez a alguien que llegara afectado por alguna enfermedad o algún problema relacionados con magia negra...? Me confesó que sí, que más de una vez, y pasó a dar detalles: "me acuerdo muy claro lo que sucedió con una señora que gritaba mucho y sentía que no daba más del dolor, porque me preocupaba que siguiera gritando y no fueran a auxiliarla... Urgente fui a ver qué es lo que sucedía, y cuando giraba por un pasillo me encontré con una mujer de frente, que al verla me produjo un escalofrió que me invadió todo el cuerpo".

Mirta evocó este episodio con cara de asombro, recordando con temor aquella madrugada. Al querer abrir la puerta de la habitación, esa mujer le dijo que no hiciera nada, que no entre porque, la paciente que gritaba había hecho mucho daño. A todo esto, ya se sentía a la paciente dentro de la habitación, dando alaridos, como si la estuvieran quemando: "yo con mucho miedo por la sensación que producía la presencia de esa persona, vuelvo al lugar donde me encontraba, primeramente, aterrorizada, pido ayuda y al volver a la habitación ya no había nada... estaba todo tranquilo, pero la paciente se agravó al día siguiente, y murió".

El hospital, un lugar en donde la vida y la muerte se encuentran, y están a un paso una de la otra, es lo que escuché en casi todo mi recorrido por el lugar. Esta amable jefa de enfermeras me comentó que, en la parte donde internan a los aislados, a la par de quemados, la gente ve una sombra blanca, aclarando ella que "la sombra blanca no es mala", y al otro día había gente que fallecía.

"En la parte vieja del hospital ocurrían más a menudo estas apariciones, pero desde que nos pasaron para acá (haciendo referencia a la parte nueva) las cosas no son tan seguidas o constantes".

Y una anécdota que tiene de esa parte vieja, es sobre un "fantasma amigo", ya que aparecía cada noche, primero asustando en la oficina del jefe, donde se escuchaba que movían los muebles, o el ruido de máquinas de escribir. Una vez, al comenzar este fenómeno, a Mirta le pareció raro porque el jefe se había retirado muchas horas antes, y decidió ir a ver, suponiendo que hubiera estado de regreso. Pero al llegar a esa oficina comprobó que no había nadie, y los ruidos desaparecieron con su presencia. Después de un tiempo se acostumbró, y luego, cuando no los escuchaba, llegaba a preguntar en voz alta "donde están mis fantasmas amigos", y los sonidos volvían, comentando esto con una sonrisa y con una cara de asombro a la vez...

Mirta me dijo que, cuando ocurren estos fenómenos, termina su trabajo con cierto recelo, pero que, a pesar de eso, jamás pensó renunciar. En el final de la entrevista, lanzó una frase apropiada para la ocasión: "la mayoría de las cosas que te comenté, ocurrieron en el sector del quemado... esa es la zona negra para mí...!!"







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